El caballo de San Jorge.
Por las calles andan los inmortales.
El caballo de San Jorge pasta frente a la casa
mientras comemos las alcachofas del jardín
condimentadas con el verdor de la impaciencia.
Todo es demasiado perfecto.
Faltan los encendedores de la luz
y en el río no revienta
ni un milímetro de agua.
Los frijoles y el polvo.
Por encima del antifaz se ponen las máscaras,
idénticas a sus rostros.
Olor a polvo viejo exhalan.
De soslayo
rehúyen las miradas
y aceptan
que el mundo sea los frijoles.
Los frijoles y el polvo.
Entre los dedos de los zapatos
el polvo huye.
En cajas de cartón emigran las liebres.
Devorados por las noche
los gatos
han dejado de maullar sobre los techos.
El amor, cuando se hace, es en silencio.
Hablan de marcas en las cartas,
que los tahúres no existen
y prohibido está
el hacer trampas.
Nota:Estos dos poemas pertenecen al libro Silencios, de un especial período (2015)
El mediodía es menos cálido.
Los tersos muslos,
de diosa venida a menos,
electrizan los vellos.
Crece la carne,
de recónditos sitios
fluyen las savias,
cimbran las espaldas.
Hasta en los talones
escucho la música
que nos envuelve,
que nos empapa.
La gruta
a gritos llama,
cual firme soldado
acudo.
Como postre,
a lengüetazos,
sorbemos nuestros jugos.
El mediodía es menos cálido.
Nota:pertenece al poemario Una mujer es… (2012)
Juan Francisco González-Díaz. Psicoanalista y antropólogo cubano radicado en Las Palmas de Gran Canaria, España. Escribe poesía, narrativa, e investigaciones históricas literarias, con varios libros publicados en Cuba y en España, dos de los últimos Una mujer es… (2012) y Silencios, de un especial período (2015). Preside el Centro Canario Estudios Caribeños -El Atlántico- y coordina el Sello Editorial “Cuadernos La Gueldera” y el Taller de Poesía “Espejo de Paciencia”.
Perdí culturas.
Perdí todo el lenguaje.
Perdí mi religión.
He perdido todo en el fuego
que es la colonización.
Así que no voy a disculparme
por poseer cada pedazo de mí
que ellos no pudieron coger, quebrar
y reclamar como suyo.
Blues de la diáspora
Así que, aquí estás,
demasiado extranjero para casa y demasiado
extranjero para aquí.
Nunca suficiente para los dos.
Ijeoma Umebinyuo (Nigeria) es una mujer que desafía la palabra. Defensora de los derechos reproductivos de las mujeres, de las mujeres en la política y de las mujeres siendo dueñas de su propia narrativa, Ijeoma se considera una feminista que busca con su poesía mover el alma de los lectores.
¡Cómo podremos olvidar aquella centella!
En un instante los 30,000 en las calles desaparecieron
En el fondo de las tinieblas, aplastados
los gritos de los 50,000 cesaron.
Cuando el humo huracanado y amarillo se desvaneció
los edificios estaban rajados, los puentes derretidos
los trenes llenos de gente quedaron chamuscados
vasto páramo de escombros Hiroshima.
Con pieles colgando como tiras viejas
con las manos en su pecho
pisando líquido encefálico
vistiendo pedazos de tela quemada en sus caderas
lloraban hombres y mujeres desnudos caminando en procesión.
Cadáveres como budas de piedra, dispersos en el jardín de una
escuela.
La muchedumbre se agolpó en la orilla del río,
luego trepó a las balsas,
y se convirtió en una pila de cadáveres bajo el sol abrasador.
En medio de las llamas que se levantaban en el cielo crepuscular
los barrios donde vivían mi madre y mis hermanos, aplastados
vivos,
fueron cubiertos por el fuego
en un lugar lleno de excrementos
muchachas escolares estaban tiradas;
los vientres hinchados, los ojos arrancados, las cabezas sin pelo,
los cuerpos descuartizados.
El sol matutino alumbró a una masa anónima apiñada.
Nadie se movía.
En el estancamiento del hedor
se oía sólo el zumbido de las moscas.
¡Cómo podremos olvidar aquel silencio
que caía en la ciudad de 300,000 habitantes!
¡Cómo podremos olvidar
aquella plegaria nunca pronunciada por las cuencas blancas y
vacías de nuestras mujeres y nuestros hijos!
Mitsuyoshi Toogue (1917-1953) fue un poeta, activista japonés, sobreviviente de la bomba atómica de Hiroshima. Nacido en Osaka e hijo de un industrial del ladrillo, estudio en la ciudad de Hiroshima y se dedicó a trabajar para para la compañía de gas peo problemas de salud le forzaron un retiro por invalidez.
Comenzó a escribir poemas desde la escuela intermedia con influencias de Tolstoy, Heine, Shimazaki y Sato.
Se convirtió al catolicismo en 1942 y a la edad de 24 años se encontraba en Hiroshima cuando la primera bomba atómica fue lanzada sobre la ciudad. En 1949 se unió al partido comunista y publicó su primera colección de poemas sobre la bomba atómica en 1951.
Toogue murió a los 36 años en la sala de operaciones del hospital de Hiroshima víctima de leucemia producto de la exposición a la radiación atómica. Su experiencia como sobreviviente, su visión realista y su pasión por la paz han hecho que sea el principal poeta de esa ciudad.
El Cantar de Nuncio
El frío bajó a las bestias de los árboles y una de ellas al llegar al suelo creó
la magia, el fármaco y la religión
Más tarde como consecuencia perdió el instinto en lo puntual del gesto
y obedeció al arte de la imitación
se imaginó una navaja sin filo
y ahondó
y vio cuanto de original tenía dentro
la herida limpió tanto el aire que cayó la miasma precipitándose como la escarcha
Entonces se arrodilló y lloró
fue un llanto prolongado y quedo
un llanto en el cual habló y maldijo pero no la liberó
sino que la encerró en sí misma
Luego se despidió con la mano no se sabe de quién
quizá se imaginó frente a un espejo borrando el rostro de sí misma
Luego una sonrisa no disimuló en decirle:
¿a dónde corres a estas horas con tu carga?
¿No sabes que el mercado ya cerró?
que la voz divina que nos habla acaba de cerrar la llaga de la bravura
¿A dónde corres con tu carga, si el mercado ya cerró?
Se nota que el sol te miró con fuerza ¿A dónde vas sin fuerzas?
los mosquitos a éstas horas zumban un mensaje indescifrable
y la brisa pierde el tiempo tratando de espantarlos de tu cara
detente
la carga es más pesada cuando nada es jadeante
sube a mi balcón hasta mañana y sanarán las picaduras de tu boca
Al otro día bien temprano alzó la vista
y que dulce fue ver el templo de la aldea junto al campo de mostaza
Que bueno fue arroparse en el silencio de su altar ¿Cómo voy a echar a
este huésped mudo?
Que heroico es callar
Que valiente es caminar descalzo
Que curiosa es la sombra, que sin tocar la rosa se detiene en el rosal
Que profunda es la huella del que huye de la derrota
Que dulce es recordar el día cuando pase este día
Y entró al templo y se arropó con flores de loto lejos del bullicio de la ciudad
De esta forma inició la entrada a sus cantares
en que la cadencia de su oración y su dolor
movieron ecos en la bóveda
como de molinos en tribulación
Su bienaventuranza fue hallarse solo
Y así ofició
y fue su nombre Nuncio.
Geordany Carcases nace en Guantánamo, Cuba en 1977.
Licenciado en arte dramático en el Instituto Superior de Arte, en la Habana. Cuba (2005). Graduado de Guitarra Clásica en el conservatorio Esteban Salas en Santiago de Cuba (1997). Ha sido profesor de actuación en el Instituto Superior de Arte en la Habana, Cuba ( 2006-09) y del Teatro Prometeo en The Center for Literature and Theatre in Miami Dade College, Estados Unidos (2016). Fue uno de los cinco destacados poetas Latinos de los Estados Unidos publicados por Bruce Dick y Andrés Fisher en Cuadernos de ALDEUU (Vol.26, en 2013). Y en la revista Internatinal Poetry Review (Vol. XLI, No. 1, en 2015) de la cátedra de Languages, Literatures and Cultures de la University of North Carolina Greensboro, Estados Unidos. También a sido publicado en la revista de artes y literatura Nagari(2017) EUA y Verbo(des)nudo( 2017) en Chile.
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